17 sept 2015

Patrimonio documental español: El archivo de la Villa X

          Seguimos la serie dedicada al Archivo de la Villa de Madrid. Ya quedan pocas entregas para llegar a la actualidad. Antes del verano conocimos la situación del archivo a finales del S.XVIII.



  Desde 1814 a 1836 existe un período de transición, ya que el archivo abre sus puertas a todo el mundo: a la administración, al público, investigadores y curiosos. Pero con la vuelta de Fernando VII, existe una censura regida principalmente por la anotación de aquella documentación que fuera en contra de la nación o el pueblo.

            Arellano fallece, y de nuevo queda vacante la plaza y comienza de nuevo el concurso de oposición, ya que no ascendieron a Andrés Criado, primer oficial. La plaza es otorgada a Basilio Recacha y Ángel, por intercesión del Ministerio de Gracia y Justicia, el 12 de junio de 1815.
            Lo primero que pretende hacer Recacha, es, renovar el personal, ya que el existente tenía una edad bastante elevada. Criado no quiso jubilarse, pero falleció al poco tiempo, por lo que la súplica de Recacha era más que evidente.

            El Archivo seguía permaneciendo en los sótanos del Ayuntamiento de la Plaza de la Villa, y el espacio era cada vez menor. Una de las soluciones, era la creación de muebles en los marcos de las puertas y en ventanales, pero los documentos depositados eran afectados por la lluvia, entre otros avatares.

            Por otra parte, se quiere regularizar los préstamos y transferencias de los documentos, realizando un inventario de: los expedientes de nobleza, expedientes personales de caballeros regidores, libros de acuerdos generales, escribanías de número, órdenes, circulares, etc. Este inventario se encuadernó y estaba constituido por 130 volúmenes.

            En los primeros años del trabajo de Recacha, recopiló documentación dispersa en las oficinas. Además en 1818, presentó una memoria sobre el Archivo, en la que se indica que éste consta de 14.000 expedientes, que no estaban descritos ni ordenados y por ello, se ve la necesidad de incorporar personal. Pero no obtuvo respuesta alguna.

            Como la situación no mejoraba, se abrió de nuevo la plaza de archivero ya que Recacha no la aprobó, siendo nombrado con este cargo el 1 de enero de 1822, Facundo Porras Huidobro. Este nombramiento coincide con el Trienio Liberal en España.

            Huidobro presentó una memoria en la que determina las tareas más importantes a realizar como: poner al día el índice alfabético general de los documentos prestados, ordenación y encuadernación de índices antiguos, elaboración de un inventario alfabético cronológico por materias y de índices particulares.


            Pero estos proyectos no se llegan a realizar porque el 23 de mayo de 1823, vuelve Recacha al finalizar el Trienio Liberal y a la vuelta de Fernando VII a Madrid. Hasta 1836, la situación no se estabiliza en el Archivo con la muerte de Recacha, ya que al fallecer un oficial no colocaron en ese puesto Huidobro, que reclamaba a la corporación y al mismísimo Rey, su puesto en la oficina pública. Es éste último, el que determina que Huidobro volverá a su lugar de trabajo cuando muriera o estuviese enfermo Recacha, siendo este momento el 28 de enero de 1836.

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