Seguimos la serie dedicada al Archivo de la Villa de Madrid. Ya quedan pocas entregas para llegar a la actualidad. Antes del verano conocimos la situación del archivo a finales del S.XVIII.
Desde 1814 a 1836
existe un período de transición, ya que el archivo abre sus puertas a todo el
mundo: a la administración, al público, investigadores y curiosos. Pero con la
vuelta de Fernando VII, existe una censura regida principalmente por la
anotación de aquella documentación que fuera en contra de la nación o el
pueblo.
Arellano fallece, y de
nuevo queda vacante la plaza y comienza de nuevo el concurso de oposición, ya
que no ascendieron a Andrés Criado, primer oficial. La plaza es otorgada a
Basilio Recacha y Ángel, por intercesión del Ministerio de Gracia y Justicia,
el 12 de junio de 1815.
Lo primero que pretende
hacer Recacha, es, renovar el personal, ya que el existente tenía una edad
bastante elevada. Criado no quiso jubilarse, pero falleció al poco tiempo, por
lo que la súplica de Recacha era más que evidente.
El Archivo seguía permaneciendo
en los sótanos del Ayuntamiento de la Plaza de la Villa, y el espacio era cada
vez menor. Una de las soluciones, era la creación de muebles en los marcos de
las puertas y en ventanales, pero los documentos depositados eran afectados por
la lluvia, entre otros avatares.
Por otra parte, se
quiere regularizar los préstamos y transferencias de los documentos, realizando
un inventario de: los expedientes de nobleza, expedientes personales de
caballeros regidores, libros de acuerdos generales, escribanías de número,
órdenes, circulares, etc. Este inventario se encuadernó y estaba constituido
por 130 volúmenes.
En los primeros años
del trabajo de Recacha, recopiló documentación dispersa en las oficinas. Además
en 1818, presentó una memoria sobre el Archivo, en la que se indica que éste
consta de 14.000 expedientes, que no estaban descritos ni ordenados y por ello,
se ve la necesidad de incorporar personal. Pero no obtuvo respuesta alguna.
Como la situación no
mejoraba, se abrió de nuevo la plaza de archivero ya que Recacha no la aprobó,
siendo nombrado con este cargo el 1 de enero de 1822, Facundo Porras Huidobro.
Este nombramiento coincide con el Trienio Liberal en España.
Huidobro presentó una
memoria en la que determina las tareas más importantes a realizar como: poner
al día el índice alfabético general de los documentos prestados, ordenación y
encuadernación de índices antiguos, elaboración de un inventario alfabético
cronológico por materias y de índices particulares.
Pero estos proyectos no
se llegan a realizar porque el 23 de mayo de 1823, vuelve Recacha al finalizar
el Trienio Liberal y a la vuelta de Fernando VII a Madrid. Hasta 1836, la
situación no se estabiliza en el Archivo con la muerte de Recacha, ya que al
fallecer un oficial no colocaron en ese puesto Huidobro, que reclamaba a la
corporación y al mismísimo Rey, su puesto en la oficina pública. Es éste
último, el que determina que Huidobro volverá a su lugar de trabajo cuando
muriera o estuviese enfermo Recacha, siendo este momento el 28 de enero de
1836.
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